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Rosalina Abreu González recién termina de almorzar en el restaurante de La Loma de la Niña Mariana, escondido entre las montañas de Humacao, en la costa este de Puerto Rico.
Apenas una hora antes el restaurante estuvo muy concurrido, con decenas de personas en el comedor comunal hablando entre sí, comiendo pollo asado con arroz guisado y vegetales —un ambiente sereno muy familiar en la comunidad.
Sin embargo, no siempre fue el lugar ideal para este tipo de encuentro. Después del huracán María —un fuerte ciclón categoría 4—, fue “como si hubiese caído una bomba”, describió Abreu González. Ante la destrucción, la comunidad decidió confiar en lo único que tenían: ellos mismos. Así fue cómo abrieron un restaurante para empezar a repartir comida gratis. Cuando finalmente llegó el gobierno meses más tarde preguntando qué necesitaban, La Loma de la Niña Mariana ya estaba sirviendo almuerzo a cientos de personas todos los días, relató la líder comunitaria.
Abreu González es secretaria de la Asociación Recreativa y Educativa Comunal del barrio Mariana de Humacao, Inc. (ARECMA). La organización fue creada por los vecinos de Mariana para proteger el ambiente local y fomentar la participación comunitaria. En los pasados años, han emprendido varios proyectos desde la construcción de un parque de niños hasta la construcción de un sistema de abastecimiento de agua más resistente.
Para crear estas iniciativas, ARECMA colaboró con La Maraña, un colectivo dirigido por mujeres que ha sido pionero en el desarrollo comunitario participativo en Puerto Rico, conocido como diseño participativo.
La Maraña fue fundada en 2014 para apoyar a ciudadanos puertorriqueños que buscaban revitalizar espacios abandonados y reclamar su derecho a participar en espacios urbanos. Inspirada en el crecimiento de iniciativas para la gestión de espacios públicos que surgieron a lo largo del archipiélago, su directiva unió fuerzas con organizaciones como ARECMA para facilitar la creación colaborativa y el diseño participativo de estructuras como parques y jardines comunitarios, hasta infraestructura civil a gran escala.
“Nuestra misión con esto es democratizar el proceso de gestión de proyectos”, dijo la cofundadora y directora ejecutiva de La Maraña, Cynthia Burgos.
Tras los huracanes Irma y María, La Maraña lanzó un proyecto de recuperación y participación comunitaria llamado “Imaginación Post-María”. Durante los pasados años, han colaborado con las comunidades de Mariana y la aledaña Jagüeyes, además de las comunidades desde San Antón hasta La Vuelta del Dos, para facilitar el diseño colaborativo de infraestructura vital.
Abreu González dice que La Maraña ha ayudado a su comunidad a aprender sobre el diseño participativo. “Hemos aprendido de [La Maraña] porque ellos tienen unas ideas bien claras de cómo trabajar, porque no se trabaja desde el punto de lo que yo sé, sino de la sabiduría de todos, de lo que todos conocemos y de cuáles son las cosas que necesitamos de acuerdo a dónde estamos”.
Los líderes comunitarios en ARECMA hicieron su primer acercamiento a La Maraña en 2018, para el diseño de un proyecto a menor escala: la reconstrucción de un parque de niños, que había sido destruido después del huracán María. Alrededor de 40 jóvenes y niños ayudaron a diseñar el parque Mis Panitas, que fue inaugurado durante el campamento de verano de La Loma de la Niña Marina, en 2019.“Todo eso fue visualizado por nuestros niños y jóvenes”, dijo Abreu.
El proceso fue tan exitoso que ARECMA y La Maraña continuaron colaborando en un proyecto de mayor escala. Después de los huracanes Irma y María, la situación de agua potable en Mariana y Jagüeyes estaba volviéndose inmanejable. Ante tubería y bombas de agua destruidas, la comunidad sobrevivió más de 6 meses sin agua potable accesible.
La Maraña ayudó a codiseñar un proceso de participación comunitaria para ayudar a determinar qué era lo que más necesitaba la comunidad. Entre enero y junio del 2019, líderes de Mariana y Jagüeyes convocaron una serie de asambleas en las que votaron sobre sus necesidades más apremiantes. Los vecinos priorizaron crear un sistema de abastecimiento y almacenamiento de agua —proyecto al que llamaron “Agua para Todos”— que fue diseñado junto a La Maraña.
Simultáneamente, consultaron a 2,500 personas de Mariana y Jagüeyes —una comunidad cercana que pertenece al Municipio de Yabucoa. Los voluntarios identificaron los activos comunitarios, tales como viviendas, escuelas, iglesias, espacios abiertos y centros comunales durante el proceso. Luego, compilaron los activos en un mapa comunitario y un plan de emergencia.
Tras tomar la decisión, la comunidad comenzó a construir el sistema de abastecimiento y almacenamiento de agua. Usaron la arena del Río Blanco de Naguabo para crear diques. Desde los diques, el agua pasa entonces a estaciones de cemento, mediante un sistema de tubos PVC, empujada por la fuerza de la gravedad. Dos de las tres estaciones de agua se construyeron en forma de torre, para ser fácilmente reconocidas por la comunidad como puntos de abastecimiento, conforme a las necesidades identificadas en el mapa y plan de emergencia.
Eventualmente, Ariel Well Drilling & Pump Service creó un pozo hincado que alcanza 600 pies bajo la tierra, y según los cálculos de los expertos de la compañía, le debería abastecer a la comunidad por 25 años. El pozo se ubica en la Loma de la Niña Mariana, y las estaciones de agua están abiertas para quien las necesite. Una de las estaciones abastece de agua al restaurante y a algunos edificios cercanos; es la única que cuenta con agua potable gracias a un sistema de filtros
Abreu celebró que al menos de agua “no va a carecer la comunidad por bastantes años”.
Agua para Todos es solo uno de los proyectos que La Maraña ha facilitado a través de Imaginación Post-María.
En La Vuelta del Dos y Los Guaretos, La Maraña colaboró con artistas locales para traer soluciones creativas a los retos ambientales y de infraestructura que enfrentan estas comunidades. En San Antón y Saint Just, colaboraron con activistas comunitarios para rediseñar una escuela abandonada en un centro de organización y desarrollo comunitario.
El proceso de diseño participativo se divide en tres pasos: soñar, diseñar y construir, según la cofundadora Burgos. El paso del "sueño" consiste en reunir a la comunidad para entender cómo quiere transformar y utilizar el espacio. Después, La Maraña convierte esas esperanzas en planes detallados de desarrollo colaborativo. Por último, apoyan a la comunidad en la construcción del espacio, utilizando una mezcla de colaboradores internos y externos.
Este proceso es muy distinto al que emplean los programas gubernamentales, que típicamente llegan a una comunidad para ofrecer una respuesta que fue diseñada en alguna oficina lejana, sin convocar ni involucrar a la comunidad.
En 2023, La Maraña emprendió 2 proyectos nuevos —adicionales a los cuatro que ya estaban trabajando—, ofreció 16 talleres de diseño participativo, y otorgó $68,000 en subsidios comunitarios. Este año, esperan comenzar el tercer ciclo del Laboratorio de Diseño Participativo con dos proyectos comunitarios.
A través de"Imaginación Post-María", las facilitadoras de La Maraña desarrollaron una metodología de seis etapas que abarca desde la emergencia inmediata hasta la planificación e inauguración de un proyecto basado en el marco de acción de una recuperación justa. La Maraña también tiene como objetivo trabajar en una transición justa, es decir, encaminar a las comunidades a eliminar sus emisiones de gases de efecto invernadero.
"Para que las personas imaginen colectivamente, necesitan estar seguras. No se [le] puede pedir a una persona que piense en el colectivo, cuando le falta un techo o está postrada en una cama. Para estar segura de que la participación es efectiva y para que sea a largo plazo, hay que satisfacer una necesidad", dijo Burgos.
Por eso, la metodología de La Maraña incluye pasos para la recuperación a corto, mediano y largo plazo. La recuperación a corto plazo consiste en conectar con la comunidad y responder a sus necesidades inmediatas. La de mediano plazo se da cuando comienza el mapeo de los activos de la comunidad y los talleres de diseño participativo. Por último, la recuperación a largo plazo ocurre cuando la comunidad vota sobre el proyecto que quiere construir y empieza a realmente construirlo.
La Maraña ha continuado a dejar su huella y desarrollar más colaboraciones creativas.
Uno de los proyectos que La Maraña inició en 2023 fue con Urbe Apie —una organización comunitaria de Caguas centrada en rescatar espacios abandonados— donde están tratando de restablecer un huerto comunitario llamado el Huerto Feliz (que cuenta con más de 40 variedades de plantas), un sistema para colectar agua, y varios murales creados por la comunidad.
"El lugar era un espacio que estaba baldío, perdido. Nosotros, la comunidad, lo revitalizamos y empezamos a sembrar,” dijo Zuleyka García Torres, la cofundadora y coordinadora de comunicaciones de Urbe Apie. El Huerto Feliz fue restaurado originalmente en 2016, solo para ser destruido por el huracán María el año siguiente. En 2023, la comunidad volvió a reconstruirlo, y ahora hay nuevas oportunidades para el espacio.
"Este espacio fue diseñado por la comunidad", dijo García Torres sobre el Huerto Feliz. El proceso de diseño conllevó reuniones con más de 20 miembros de la comunidad para dialogar sobre el futuro del espacio. En estos encuentros, llegaron a un consenso sobre lo que más necesitaban: acceso a alimentos, baños públicos y un espacio de reunión que fuera accesible para personas en silla de ruedas.
Urbe Apie se encuentra en proceso de conseguir los fondos para completar la construcción. Usaron $17,000 —donados por La Maraña— para contratar a la gente de la comunidad que hizo trabajos de construcción como crear la rampa de acceso, tumbar una pared de cemento, sembrar plantas e instalar el sistema de agua y filtración.
“[Revitalizing] is difficult when we don’t have the property title, but this is not a problem that the state is going to solve,” explained Zeus Omar Ayala González, co-founder of Urbe Apie, while sitting in the community garden, under a tin roof that protected him from the hot Caribbean sun.
Anteriormente, el Municipio de Caguas había declarado estorbo público al lote ocupado por el Huerto Feliz mientras los voluntarios de Urbe Apie todavía lo estaban reparando. En respuesta, la gente de la comunidad montó una campaña contra la declaración que finalmente obligó al gobierno municipal a archivar la moción, según documentos judiciales vistos por 9 Millones y Proximate.
Después de trabajar con proyectos de diseño participativo por diez años, para Burgos queda claro que los logros no se consiguen sin sus obstáculos. Ella señala el costo y tiempo que toma la participación ciudadana en proyectos como los problemas principales de emplear esta metodología. Poner a la gente de acuerdo requiere empatía y tener muchas conversaciones, agregó Burgos.
Como muchas organizaciones de base comunitaria, La Maraña enfrenta el reto de recaudar dinero para los proyectos que emprende.
Para el proyecto Agua para Todos, La Maraña le donó $50,000 a ARECMA para costear materiales. La mano de obra provino mayormente de los mismos residentes. Planet Water Foundation y Hispanic Federation le donaron a ARECMA un sistema de almacenamiento de agua y un sistema de almacenamiento de comida para la Loma de la Niña Mariana, respectivamente.
“No solamente requiere tiempo, sino también requiere dinero. El tiempo de estos profesionales que están haciendo esto, obviamente, cuesta, y tiene valor. Tenemos que ingeniar como sociedad cómo este trabajo, tanto el de los profesionales como el de los residentes, se valora”, coincidió David Carrasquillo, director ejecutivo de ¡Planifiquemos!, que maneja proyectos de diseño y planificación con distintas comunidades para fomentar la equidad.
La Maraña ha querido refinar su proceso de colaboración con los grupos comunitarios, por lo cual han creado “La Cartuchera”: un conjunto de herramientas de diseño y capacitación comunitaria que comenzarán a distribuir a líderes comunitarios en 2024. Burgos subrayó que no son organizadores comunitarios. En cambio, quieren que las comunidades con las que colaboran tengan ya establecida la infraestructura social necesaria para comenzar el proceso de diseño participativo. La intención de La Maraña en crear “La Cartuchera” es adelantar la educación sobre el diseño y la planificación comunitaria, para no tener que empezar desde cero cuando sometan proyectos a la entidad.
"Somos muy celosos y cuidadosos de no llegar a una comunidad y decir: 'Vamos a soñar, vamos a diseñar' sin tener el dinero para, al menos, ejecutar parte del proyecto", explicó Burgos. Cuando lanzaron su primera convocatoria abierta de proyectos, otorgaron subvenciones comunitarias de $17,000, que ayudaron a fundar el proyecto de Urbe Apie.
Aunque todavía queda un largo camino por recorrer para terminar lo que se ha empezado en el Huerto Feliz, queda claro que es una semilla de esperanza en la comunidad. El grupo aún necesita $30,000 adicionales para completar el proyecto. La primera fase de instalar rejas, tumbar una pared divisora y crear una rampa que lleve directamente al Huerto terminará a mediados de febrero, dijo Ayala González.
"Gracias al diseño participativo, hemos podido alcanzar los objetivos para el espacio", puntualizó García Torres sobre el Huerto Feliz.
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Carlos Berríos Polanco